El fósforo (P) es un elemento indispensable para la vida en la Tierra. Estructuras imprescindibles para cualquier ser vivo como el ADN o ARN contienen este elemento, y las plantas no pueden realizar la fotosíntesis sin él. Debido a eso, los cultivos requieren de ingentes cantidades de fósforo para cumplir los estándares de eficiencia y productividad necesarios para alimentar a una población humana que crece sin cesar. Sin embargo, éste es un recurso limitante y finito, y las predicciones no son halagüeñas: las reservas se agotarán en unos 100-150 años. Eso conllevará importantes problemas geopolíticos aún por imaginar ya que, unido a ese carácter efímero de este recurso, se suma el hecho de que el 90% de las existencias están en manos de tan sólo 5 países. El conflicto está servido.
INTRODUCCIÓN
Cualquier persona que haya tenido que comprar alguna vez fertilizante reconocerá esta secuencia: N-P-K (nitrógeno, fósforo, potasio). Son los nutrientes más utilizados para jardinería y producción vegetal en general. Sin ellos, las plantas no crecen o no logran desarrollarse lo suficiente como para persistir a largo plazo. De los tres nutrientes principales, el potasio es el más abundante en la corteza terrestre (representa aproximadamente el 2.4% de la superficie terrestre en peso) sobretodo en antiguos lechos marinos y lacustres, además de ser el más disponible para las plantas. Por otra parte, el nitrógeno, en su forma gaseosa, es extremadamente abundante (el 78.1% del aire que nos rodea es nitrógeno molecular) pero no así sus moléculas en forma sólida, que suelen ser escasas debido su alta mobilidad a través del suelo. No obstante, gracias al Proceso de Haber-Bosch (desarrollado por los investigadores que le dan el nombre, ganadores del Nobel de Química) se logró producir nitrógeno sólido (en forma de amoníaco) a partir del nitrógeno gaseoso, propiciando una gran disponibilidad de este fertilizante inorgánico.

EL CASO DEL FÓSFORO
El fósforo, sin embargo, es el tercero en discordia. Esencial para la vida, es el componente estrella del ADN, ARN, ATP (la energía utilizada en los procesos celulares) y de los fosfolípidos, que revisten las membranas celulares. Está presente en los huesos e interviene en casi cualquier proceso biológico animal. Además, es imprescindible para el crecimiento de las plantas: sin fosfato, la fotosíntesis no puede llevarse a cabo. El mayor problema del fósforo es que no se encuentra libre en la naturaleza. Las plantas y, en general, todos los seres vivos, satisfacen sus necesidades de fósforo gracias, principalmente, a otro organismo vivo: los animales, de las plantas y, éstas, de los residuos de los animales o de sus cadáveres, que liberan el fosfato en el proceso de descomposición. De hecho, los fertilizantes más importantes hasta la llegada de los fertilizantes inorgánicos, ya en el siglo XX, fueron los excrementos y la orina de los animales de granja, que contienen gran cantidad de fósforo, además de los otros elementos ya mencionados. Sin embargo, a raiz del invento de Haber-Bosch y al aumento de la demanda de alimentos a consecuencia del crecimiento poblacional, se empezaron a explotar los yacimientos de fósforo, que se encuentran en forma de minerales y que son realmente escasos en la corteza terrestre.

UN RECURSO ESCASO, INSUSTITUIBLE Y MAL UTILIZADO
El fósforo es un recurso insustituible y no sintetizable. Las reservas son finitas y se están malgastando, ya que gran parte de los fertilizantes aplicados no son asimilados por las plantas y, a través del suelo, acaban en el mar o en los lagos, donde desequilibran los ecosistemas. Al ser un recurso tan escaso, suele ser el recurso limitante en la mayoría de ecosistemas. Es por eso que una sobrefertilización de fósforo suele ser aprovechada por las algas autótrofas para crecer descontroladamente, lo que provoca, en muchos casos, blooms que pueden generar grandes pérdidas animales, económicas y ambientales.

5 PAÍSES CONTROLAN LA PRODUCCIÓN MUNDIAL
El Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) ha estimado las reservas mundiales de fósforo en 71.000 millones de toneladas. El 90% de éstas están en manos de 6 países: Marruecos (donde, según la USGS, se encuentran el 75% de las reservas mundiales de este mineral), China, Argelia, Siria, Sudáfrica y Jordania. No obstante, son Estados Unidos y, sobretodo, China (el 47% de la producción mundial se localiza ahí) los países que, actualmente, están extrayendo mayor fósforo de sus yacimientos. Una producción que ha ido en aumento en los últimos años, y que irá a más en las próximas décadas. Según este reciente artículo de Nature, será necesario duplicar, para el año 2050, el uso de los fertilizantes fosfatados para cubrir la demanda de alimentos, en un mundo donde ya habrá 9.000 millones de humanos. Pero, para entonces, ya se habrá utilizado más de la mitad del fósforo existente en los yacimientos. Este otro estudio alertó de la posibilidad de que estuviéramos alcanzando el punto máximo de la producción de fósforo, si bien nuevos cálculos estiman su punto máximo entorno al año 2040. Sea como sea, de seguir con la producción actual las reservas se agotarán en no más de 100 años.

LA GEOPOLÍTICA ENTRA EN ESCENA
Un síntoma de la posible escasez de fósforo en un futuro no muy lejano es la subida de precios del fósforo que se viene observando recientemente, debido a la creciente demanda. Entre 2007 y 2008 el precio de la tonelada de fosfatos llegó a triplicarse respecto a los valores de 2005, y a costar hasta 9 veces más que en los años 70. Además, se ha calculado que para 2035 la demanda de fósforo superará a la oferta, con lo que los precios aumentarán aún más y, con ellos, las tensiones políticas. No ajenos a ello, numerosos países están ya moviendo ficha para asegurarse un suministro de este valioso recurso para unas décadas más. China, por ejemplo, que ahora mismo es el mayor productor (que no el poseedor de las mayores reservas) ha empezado a establecer aranceles del 135% a sus exportaciones. Estados Unidos, por otro lado, ha firmado un tratado de libre comercio bilateral con Marruecos, lo que le de da derechos de explotar sus yacimientos de fosfato a largo plazo. Teniendo en cuenta que la mayor parte de las reservas de fosfato de Marruecos se encuentran en el Sahara Occidental (región que ha luchado por su independencia desde su ocupación en 1975) no es de extrañar que Estados Unidos siempre haya apoyado a Marruecos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, vetando cualquier propuesta a favor de la independencia del Sahara Occidental.


LAS SOLUCIONES PASAN POR VOLVER A LAS RAICES
A tenor de las últimas estimaciones, los yacimientos de fósforo se agotarán, afectando a los cultivos de todo el mundo. Esta disminución de la producción alimentaria tendrá una repercursión global, sobretodo en los países más pobres, los más susceptibles a un posible decrecimiento de la producción de alimentos. De no establecer medidas de reducción de la población mundial, la falta de fósforo combinada con el cambio climático provocará tensas relaciones entre numerosos países, pudiendo desembocar en conflictos geopolíticos de escala planetaria.

Es por ello que la principal solución pasa por utilizar el fósforo de una manera más racional y de reciclarlo tanto como sea posible. Hoy en día, entorno a un 80% del fósforo se pierde entre la explotación del mineral, su transporte y su aplicación en los campos, lo cual nos exige a hacer un uso más sostenible de este recurso. No obstante, será su reciclaje el que podrá mantener la producción alimentaria mundial. La principal propuesta sería volver a los inicios: recolectar las heces y orina humanas, generadas en las ciudades y pueblos, para recuperar ese fósforo que de otro modo acabaría en el medio acuático. I es que aproximadamente el 100% del fósforo consumido por la humanidad a través de los alimentos es excretado en forma heces y orina. Recolectarlo sería como un arma de doble filo: por un lado satisfaríamos la demanda de fósforo de los cultivos y, por otro, evitaríamos que un exceso de estos nutrientes eutrofizaran el agua. Por otro lado, promoviendo un cambio en la dieta, priorizando las verduras en lugar de la carne, se lograría reducir la demanda de fósforo entre un 20 y un 45%, según Cordell et al. (2009). Otras soluciones pasan por recuperar el uso del estiércol en aquellas zonas más rurales y menos tecnificadas y promover el compostaje de los residuos alimentarios en hogares, fábricas y establecimientos comerciales. Por último, un residuo de las depuradoras de aguas residuales, llamado estruvita (fosfato hidratado de amonio y magnesio) podría ayudar a fertilizar los campos de una manera efectiva y limpia.

La locura iniciada a principios del siglo XX con la explotación de la roca fosfórica para producir alimentos a mansalva está llegando a su fin, y esto nos exige adaptar nuestros cultivos y, quizá, nuestro estilo de vida, a un futuro que tendrá que beber mucho de la forma de proceder en el pasado. Urge un cambio de mentalidad, centrado en una reducción de la población mundial y una mayor sostenibilidad de los recursos naturales, si de verdad queremos garantizar un mundo en el que ninguna persona tenga que pasar hambre.
BIBLIOGRAFIA
- IAGUA
- CREAF
- Mother Jones
- USGS
- Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
- Greenfacts
- Ecoavant
- Usaid
- Cordell, D., Drangert, J-0. & White, Stuart. (2009) The story of phosphorus: Global food security and food for thought. Global Environmental Change, 19, 292-305.
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Foto de portada: Flickr, jimmy brown