El mundo actual vive tiempos convulsos. Noticias relacionadas con el terrorismo, el narcotráfico, los golpes de estado, la crisis de los refugiados o las numerosas guerras aún presentes inundan nuestras pantallas día tras día. Y, en un sesgo totalmente comprensible, la atención se centra, casi exclusivamente, en las personas y los países involucrados. Pero (y es algo que me pregunto cada vez que miro el telediario) ¿qué sucede con la naturaleza en estas regiones castigadas por la violencia? En esta entrada repasamos los conflictos armados más importantes en la actualidad y sus consecuencias sobre la naturaleza de su entorno.
INTRODUCCIÓN
Cualquier acción humana tiene repercursiones sobre la vida natural, y aún más las guerras, destructoras intrínsecas. Con ellas vienen asociados una serie de perjuicios sobre la vida silvestre como son la deforestación, la degradación del suelo, la contaminación o la caza, entre muchos otros. La primera vez que se tomó realmente conciencia del gran impacto de las guerras sobre la naturaleza fue con la Guerra del Vietnam. El ejército estadounidense, en su lucha contra un enemigo invisible, lanzó más de 75 millones de litros de herbicidas sobre las selvas, con el objetivo de defoliar los árboles y poder encontrar, de esta forma, a sus enemigos. No obstante, y a pesar de lograr parcialmente su objetivo (todos sabemos como terminó aquella guerra) la naturaleza fue gravemente dañada. En un estudio llevado a cabo en Vietnam a mediados de los 80 se encontró que, en un área donde antes habitaban entre 145 y 170 especies de pájaros y entre 30 y 55 especies de mamíferos tan sólo quedaban 24 y 5 especies, respectivamente.

Otras guerras, como la Guerra Civil de Ruanda, a parte de dejar más de 500.000 muertos y 2 millones de desplazados, dejó la naturaleza del país en un estado de crisis absoluta. En el Parque Nacional de Akagera, uno de los entornos más emblemáticos del país, la deforestación hizo estragos: se perdieron 200.000 de las 300.000 hectáreas de bosque en tan sólo 3 años, y el 90% de los grandes mamíferos.
Pero, ¿qué está ocurriendo en la actualidad? ¿Cómo están afectando las guerras de hoy en día a la supervivencia de la naturaleza? Aquí repasamos los conflictos actuales más importantes y su difícil coexistencia con la vida salvaje de la región.
Conflicto israelí-palestino (1948-actualidad)
Aunque la última guerra entre Israel y Palestina empezó en 2005, la violencia entre ambos países ha estado presente desde la creación del estado de Israel. Miles de personas han muerto durante décadas, y millones han sido desplazadas en contra de su voluntad. Y, claro está, la naturaleza no ha salido indemne.
Uno de los casos más sonados ocurrió en 2006. El ejército israelí bombardeó dos tanques de petróleo cercanos a una central eléctrica de Jieh, en el Líbano (país donde se encontraba Hezbolá, un grupo terrorista rival de Israel) provocando el vertido de entre 10.0000 y 15.000 metros cúbicos de petróleo en el Mediterráneo. Esta marea negra se extendió a lo largo de 90 km de la costa del Líbano, llevando la muerte consigo. Además, afectó gravemente al hábitat de la tortuga verde (Chelonia mydas) en uno de los pocos espacios bien preservados que aún tenía esta especie en el Mediterráneo.



Segunda Guerra del Congo (1998-2003)
Esta guerra, también conocida como la Gran Guerra de África o la Guerra Mundial Africana, ha provocado la muerte de más de 5 millones de personas desde entonces, lo que le ha brindado el dudoso honor de ser el conflicto armado más mortífero desde la Segunda Guerra Mundial. Aunque oficialmente terminó en 2003 y hay un gobierno electo desde 2006, la República Democrática del Congo vive sumida en un estado de inestabilidad propio de un país en guerra.
Los guerrilleros usan los numerosos recursos naturales del país para obtener dinero y así poder continuar con la guerra. Y el marfil es el bien más preciado, el que produce más beneficios. Es por ello que las poblaciones de elefante africano (Loxodonta africana) se han visto reducidas en un 90% desde el inicio de los conflictos armados. Algo peor le ha ido al rinoceronte blanco del norte (Ceratotherium simum cottoni), una subespecie del rinoceronte blanco. Se cree que sus últimos ejemplares, 2 machos y 2 hembras residentes en el Parque Nacional Garamba, murieron entre 2006 y 2008 a manos de los guerrilleros, provocando la extinción de dicha subespecie.

El ‘bushmeat‘ o comida de animales salvajes, es otro gran problema derivado de los numerosos conflictos militares en el país. A raíz de la pobreza extrema, muchos aldeanos se han visto obligados a cazar para sobrevivir. Y uno de los grupos más perjudicados ha sido el de los primates. Las poblaciones de los grandes primates, en otro tiempo contadas por millones, se han visto reducidas drásticamente. Se cree que quedan tan sólo 200.000 gorilas de llanura, 100.000 chimpancés y 10.000 bonobos en libertad.

Guerra Civil de Siria (2011-actualidad)
Sin duda la guerra en activo de la que más oímos a hablar. Este conflicto ha costado la vida a más de 500.000 personas y ha provocado una de las crisis humanitarias más importantes de nuestro tiempo: se estima que hay más de 10 millones de refugiados por culpa de la guerra. Los que se han quedado en Siria, se han ido desplazando desde el interior a la zona costera, constituyendo una gran amenaza para los bosques de la región. Según Aroub Almasri, un ecologista del gobierno sirio, la mayoría de gente necesita comida, electricidad y combustible para cocinar y calentarse, con lo que han empezado a talar los bosques de la zona, la mayoría en áreas protegidas. A parte del propio impacto de la deforestación, se suman un gran número de fuegos que se han ido extendiendo por la región en los últimos tiempos. Un área especialmente afectada se trata del bosque de Fronlok, en la frontera con Turquía. En esas montañas el grado de endemismo es alto, y hay el peligro de que muchas especies desaparezcan de la zona, en especial un tipo de encino, el Quercus cerris, nativo de la región y que empieza a estar amenazado.
Debido a la fragmentación del hábitat, se cree que una especie icónica del Mediterráneo y catalogada como en peligro crítico de extinción por la UICN, se ha extinguido en Siria. Se trata del ibis eremita (Geronticus eremita), un ave del que solo quedan 500 individuos en libertad y que está presente solamente en tres países: Marruecos, Turquía y Siria. A pesar del enorme esfuerzo de Siria para mantener una población estable en su territorio, la guerra acabó con los últimos individuos de esta especie en la región. Tan sólo queda un individuo de la especie, una hembra llamada Zenobia, que fue vista por última vez en Palmira antes de que las tropas del ISIS entraran en la ciudad.

Segunda Guerra Civil de Libia (2014-actualidad)
Tras la Primera Guerra Civil de Libia, que culminó con la caída del coronel Gadafi, el país se ha visto arrastrado a una espiral de violencia auspiciada por los numerosos grupos armados que gobiernan el país. La importación de carne del exterior se ha detenido, y los propietarios de las ovejas, cabras y camellos guardan a sus animales como si de oro se tratara debido al desabastecimiento. Debido a ello, los grupos armados se están dirigiendo al sur del país, donde la anarquía impera a sus anchas, para abastecerse de comida proveniente de animales salvajes.

Pero las gacelas no son la únicas perjudicadas por el vandalismo e impunidad reinantes en Libia. Gran cantidad de aves migratorias, que tienen que cruzar el país africano en su camino hacia Europa, son abatidas por los cazadores. Además, los oasis que usan para descansar están siendo abiertos por los cazadores, lo que provoca que centenares de grullas, patos, garzas y flamencos sean aniquilados sin que nadie pueda hacer nada.
Además, el efecto de la guerra de Libia sobre la naturaleza no queda dentro de sus fronteras. En 2015, cerca de unos cadáveres de elefante de Mali, una subespecie de elefante gravemente amenazada, se encontraron armas provenientes de Libia. Se cree que el marfil de los elefantes de Mali está sirviendo para financiar a las milicias libias.

Guerra del Gobierno colombiano contra las FARC y otras guerrillas (1964-2016)
A pesar del acuerdo de paz alcanzado hace poco meses entre el gobierno colombiano y las FARC, las heridas, tanto sociales como medioambientales, tardarán mucho tiempo en cerrarse. Durante mucho tiempo las milicias se han financiado en gran parte del dinero generado por los cultivos ilegales de cocaína. Emplazadas en lo más profundo de la selva colombiana, miles de hectáreas de bosque prístino han sido aclaradas para la construcción de laboratorios y la siembra de cultivos de coca. Además, en un intento para acabar con este tipo de cultivos ilegales, el gobierno ha fumigado extensas zonas de selva con glifosato, un herbicida que, a pesar de ser considerado inofensivo, ha podido provocar la muerte de aves, pequeños mamíferos e insectos, dejando de está forma sin sustento a la gente que vive de la caza. Otro problema añadido es que los cultivos de uso ilícito se han extendido a las zonas protegidas. Así pues, según un informe de Parques Naturales de Colombia, las FARC estaban presentes en 37 áreas protegidas del país , y se detectaron, además, 3.791 hectáreas de coca sembrada.
Sin embargo, la actividad ilícita que más amenaza la naturaleza de Colombia es la minería ilegal, una de las actividades más lucrativas para los grupos armados. Y es que, mientras 1 kg de coca se vende a unos 4,3 millones de pesos, uno de oro se vende a 85 millones de pesos, unas 20 veces más. Por ese motivo, grandes extensiones de selva han sido destruidas por las máquinas retroexcavadoras para abrir minas de oro (el 60%), coltán (25%), carbón (10%) y tungsteno (5%). La deforestación derivada de la minería ilegal alcanza cifras inimaginables: entre el 1990 y el 2010 se deforestaron, en promedio, 310.349 hectáreas de selva al año, es decir, 6.206.000 hectáreas en todo este tiempo, o lo que es lo mismo, el 5,4% de la superficie de Colombia.

Por último, las acciones llevadas a cabo por las FARC contra las extracciones petroleras ha causado graves vertidos de crudo en áreas de alto valor ambiental. Es el caso, por ejemplo, del derrame de 492 litros de petroleo en Puerto Asís, Putumayo, en junio de 2015. Las FARC interceptaron un convoy que contenía tanques con petróleo y los derramó, afectando a 9 humedales y extendiendo el petróleo a lo largo del río Putumayo.

Guerra de Afganistán (2001-2014)
Tanto la última guerra de Afganistán como la anterior tuvieron un fuerte impacto sobre la vida salvaje de la región. Se calcula que entre el 1990 y el 2007 más de un tercio de los bosques de Afganistán fueron talados, tanto por refugiados para usar la madera para cocinar, combustible o construcción como por las industrias madereras, que talan impunemente los bosques de la región.
A pesar de todo, las noticias son más optimistas de lo que se esperaría de un país sumido en la guerra durante décadas. Entre los años 2006 y 2009 se llevaron a cabo, en la provincia de Nuritán, los primeros censos desde la década de los 70, con la ayuda de cámaras-trampa, el estudio de las heces y la realización de transectos. Los resultados fueron alentadores: se observaron 18 osos negros, 280 ejemplares de puercoespín, muchos zorros rojos, lobos grises y chacales dorados, algunos gatos monteses, civetas de las palmeras y macacos rhesus y, sobre todo, se detectó la presencia del esquivo leopardo de las nieves (Panthera uncia), en concreto de 3 individuos distintos.


El conflicto de Corea (1950-actualidad)
La Zona Desmilitarizada de Corea es la prueba de que hasta algo tan trágico como una guerra puede traer consecuencias positivas. A raíz de la paz acordada por ambos países en 1953, se llevó a cabo la creación de la Zona Desmilitarizada de Corea, una franja de tierra de 4 km de ancho y 250 km de largo que separa ambos países. La zona, que cuenta con una fuerte presencia militar de cerca de 2 millones de soldados, ha permanecido prácticamente inalterada y escasamente habitada desde entonces.

La zona se caracteriza por poseer una gran riqueza topográfica y alta variedad de ecosistemas, lo que le permite ostentar una gran diversidad. Algunas expediciones científicas han podido documentar más de 1.100 especies de plantas, 80 especies de peces, 50 de mamíferos y centenares de aves. Además, es una frecuente parada para muchas especies de aves migratorias que se dirigen hacia Mongolia, Filipinas o Australia.

Recientemente, gracias a la mejoría de las relaciones entre ambos países, la zona puede ser visitada por tan sólo unos 43 euros. Además, debido a su excepcional estado de conservación y alta diversidad, están surgiendo campañas para convertir la zona en un área protegida. Una de estas campañas, la DMZ Forum, propone declarar la zona Patrimonio de la Humanidad y Parque Mundial para la Paz, y poder protegerla así de un posible desarrollo urbanístico el día en que se alcance la paz entre los dos países.
