La publicación de esta semana es un viaje a las profundidades marinas; donde hay vida, por muy sorprendente que pueda resultar para algunos, en formas generalmente diferentes a las que estamos acostumbrados. Esta entrada se separará en dos, dedicando esta semana a explicar como se han adaptado, y la siguiente, mostrando ejemplos de la biodiversidad que hay.
INTRODUCCIÓN
Hasta no hace mucho tiempo, la profundidad máxima a la que se habían avistado peces era entorno a los 7.700 metros, pero un estudio de la Universidad de Hawaii ha superado esta meta y ha alcanzado el valor de 8.143 metros, encontrado a la fosa de las Marianas. Este valor es muy cercano al límite teórico de 8.200 metros de profundidad que algunos científicos han calculado como la máxima profundidad a la que puede vivir un pez. De todas formas, si se alguna cosa sirven las teorías en el mundo natural es para romperlas. En este vídeo de aquí debajo podéis ver al pez en cuestión, con forma de anguila, blanco, translúcido y ciego:
ADAPTACIONES DE LA VIDA EN PROFUNDIDAD
Los organismos marinos que viven a grandes profundidades han tenido que desarrollar un conjunto de adaptaciones debido a la falta de luz, a las elevadísimas presiones y a las bajas temperaturas del agua (entorno a los 4ºC).
Órganos sensoriales
Muchos han desarrollado unos ojos muy sensibles, a pesar de que viven en la oscuridad permanente, para poder captar a los animales bioluminiscentes y los indicios de luz provenientes de la superficie. Son de tipo tubular, y consisten en una retina con múltiples capas y una lente grande, lo que permite detectar la máxima cantidad de luz en una dirección determinada. Algunas especies presentan lentes secundarias laterales y una retina más grande para mejorar la visión lateral. Otras pueden distinguir entre la luz ambiental y la bioluminiscente gracias a unos filtros.
Fotografía de un pejesapo.
Algunos también han especializado el sentido del olfato para detectar a las presas o a otros congéneres.
Como el resto de peces, para detectar las vibraciones del agua, presentan el sistema de la línea lateral, aunque este sistema puede estar complementado, en algunas especies, por órganos sensoriales complementarios provenientes de la modificación de las aletas.
Color
El color de los animales de profundidad es una respuesta a la necesidad de esconderse de los depredadores y para aprovechar la luz ambiental. Los animales profundos suelen presentar coloraciones rojas o naranjas, de manera que quedan ocultos debido a que la luz ambiental es azul; plateados para evitar que se vea nítidamente su contorno; o bien incoloras y transparentes.
Forma
La forma de los peces de aguas profundas es muy diferente de los que viven en superficie. No suelen presentar formas hidrodinámicas ya que se pasan la mayor parte del tiempo suspendidos en el agua esperando a una presa. Presentan una boca muy grande con los dientes muy afilados. Algunos son muy largos, lo que se ha asociado con la necesidad de alargar la línea lateral para incrementar la sensibilidad en la detección de presas. Otros tienen formas globulares, como el pez pescador; el cuerpo comprimido lateralmente, como el pez hacha…
El pez pescador se caracteriza por la forma globulosa de su cuerpo y la presencia de un señuelo en la cabeza que le permite atraer a sus presas.
Bioluminiscència
La bioluminiscencia es la capacidad de emitir luz sin calor gracias a una proteína llamada luciferina en presencia de oxígeno y la enzima luciferasa, normalmente en el interior de un órgano especializado llamado fotóforo. A pesar de esto, hay organismos bioluminiscentes debido a que acumulan bacterias simbiontes bioluminiscentes en el fotóforo. Otros presentan unas glándulas especializadas que expulsan un fluido luminiscente para desconcertar a los depredadores. Los animales bioluminiscentes utilizan esta capacidad para atraer a las presas, distraer a los depredadores y comunicarse con sus congéneres.
Este pez presenta un fotóforo en la parte posterior del ojo.
Algunos peces pueden emitir luz roja, de manera que al no poder ser detectada por la mayoría de peces, éstos pueden iluminar a sus presas sin ser vistos.
Alimentación
El alimento de estas especies puede ser de tres tipos:
- Elementos grandes: presas vivas y cadáveres de animales.
- Partículas provenientes de la superficie, más pequeñas y menos nutritivas.
- Nutrientes disueltos.
El hecho de que una especie se alimente de uno de estos tipos u otro dependerá de si vive en la columna de agua (especie pelágica) o si lo hace en el sedimento (especie bentónica) o cerca de la superficie del fondo (especie demersal). Las especies bentónicas dependen de la acumulación de partículas orgánicas en el fondo marino o de los organismos que viven en las capas superficiales del sedimento, mientras que las pelágicas son depredadores.
En el caso de los depredadores, éstos suelen presentar un señuelo bioluminiscente, consistente en una prolongación brillante que el depredador mueve delante de su boca para atraer a las presas y, en un movimiento rápido, poder atraparlas. Además, muchos pueden expandir la mandíbula de manera que pueden tragar el animal entero.
Reproducción
La superficie de la Tierra cubierta por grandes profundidades representa una porción tan grande que las probabilidades de que dos organismos se encuentren para reproducirse son ínfimas. Debido a esto, han desarrollado un conjunto de estrategias para superar este problema: emitir luz, sonidos o feromonas para atraer a la pareja; ser hermafroditas; o mantener relaciones de pareja de larga duración.
Un ejemplo de éste último caso son los peces pejesapo, en los cuales las hembras crecen hasta el tamaño adulto (35 cm de longitud, sin tener en cuenta el sedal, que puede ser 4,5 veces la longitud), aunque con los ovarios inactivos; mientras que los machos son diminutos. Las hembras emiten feromonas para atraer al macho, se adhieren de manera que fusionan sus vasos sanguíneos y después estimulan las gónadas, maduran y se fertilizan los huevos. Con el tiempo, el cuerpo del macho acaba convirtiéndose en una simple masa de testículos.
El hecho de que las aguas profundas sean bastante más estables que las someras supone una ventaja des del punto de vista reproductor para estos animales que tienen tantas dificultades en encontrarse: hace que pongan menos huevos, pero más grandes, con una fase larvaria corta y sobreviven casi todos.
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