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¿Son los insectos el alimento del futuro?

Se acerca la Navidad, por lo que seguramente hayas empezado a plantearte qué platos prepararás para compartir con los tuyos y conmemorar estas fiestas. ¿Cómo reaccionarían tus amigos y familiares si, en lugar de los típicos platos navideños, prepararas un surtido de insectos fritos o en salsa? Repulsión, pavor, curiosidad…

Comer insectos no despierta demasiada confianza en las sociedades occidentales en general, a pesar de haber formado parte de su historia. ¿Por qué?. Por otro lado, ¿y si te dijera que esta práctica podría ser la solución a muchos problemas de sostenibilidad que experimenta la sociedad occidental en la actualidad? Continua leyendo para conocer las respuestas.

La entomofagia a través de la historia

Aunque actualmente a muchos nos resulte extraño y exótico, la entomofagia (del griego ἔντομος [éntomos], ‘insecto’, y φᾰγεῖν [făguein], ‘comer’) ha formado parte de la historia del ser humano desde el origen de los tiempos. De hecho, existen numerosas referencias al consumo de insectos en diferentes escritos religiosos del cristianismo, el islam y el judaísmo.

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Puesto de venta de insectos en Bangkok (Tailandia) (Fuente: Takoradee, CC).

En Europa, las primeras referencias a la entomofagia proceden de Grecia, donde comer cícadas se consideraba una delicadeza. El mismo Aristóteles ya dejó constancia de este hecho en su obra Historia Animalium (384-322 a.C.), según el cual el sabor de las hembras adultas de cícada sabían mejor tras la cópula al estar éstas llenas de huevos.

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Cigarra o cícada (Fuente: CostaPPPR, CC).

Otros documentos dejan patente lo habitual que era entonces consumir insectos: Diodorus (200 a.C.), de Sicilia, bautizó con el nombre de Acridophagi a la gente de Etiopía por su dieta basada en el consumo de saltamontes y langostas (familia Acrididae), mientras que en la Antigua Roma, Plinio el Viejo (Historia Naturalis) hace referencia a un plato muy estimado por los romanos conocido como “cossus” que, según Bodenheimer (1951), tendría como ingrediente principal la larva del escarabajo Cerambyx cerdo.

En Asia, la literatura china también hace referencia a la entomofagia y al uso de insectos en la medicina tradicional. En el Compendio de Materia Médica de Li Shizhen (Dinastia Ming, 1368–1644), se cita una cantidad enorme de recetas basadas en el uso de insectos, resaltando los beneficios medicinales de cada una de ellas.

¿Por qué ya no comemos insectos en occidente?

A pesar de haber formado parte de nuestra dieta desde el albor de los tiempos y de que su consumo sigue siendo habitual en muchas partes del mundo, los insectos se han convertido en un producto tabú en la dieta occidental moderna, especialmente en Europa y Estados Unidos. ¿Qué pudo generar tal aversión?

El motivo más fehaciente se encuentra en el origen de la agricultura y la ganadería. El Creciente Fértil, una región histórica que comprende los territorios occidentales de Asia, el valle del Nilo y el delta del Nilo, es considerado el lugar de nacimiento de la agricultura y, secundariamente, la ganadería (revolución neolítica de occidente). A partir de aquí, las prácticas agrícolas y ganaderas se expandieron por toda Europa, las cuales sustituyeron con el tiempo la caza y la recolección como principales fuentes de sustento.

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Mapa del Creciente Fértil (Fuente: NormanEinstein, CC).

Así, poco a poco el consumo de insectos fue sustituido por el consumo de animales domésticos, especialmente de mamíferos herbívoros y omnívoros, los cuales ofrecían además un amplio abanico de productos: pieles, productos lácteos, fuerza de tracción y medio de transporte. Con el tiempo, la ganadería y la agricultura se volvieron prácticas habituales en Europa al ser éstas fuentes bastante estables de alimento. La caza de animales salvajes o el consumo de insectos, ambos muy inestables al estar sujetos a las estaciones, pasaron a un segundo plano y empezaron a considerarse prácticas primitivas en un contexto de sociedad sedentaria.

Sin embargo, el motivo que probablemente acabó despertando el rechazó hacia el consumo de insectos fue su impacto sobre la agricultura. Habiéndose convertido esta práctica en la principal fuente de alimento, los insectos empezaron a ser vistos como un problema al convertirse en plagas y afectar su producción. Por otro lado, la densidad poblacional, especialmente en los núcleos urbanos tan habituales en occidente, facilitaba la transmisión de enfermedades a través de insectos vectores.

Fuera de la influencia occidental, el consumo de insectos es mucho más habitual en la actualidad. Existen muchas razones que explicarían esta diferencia: entre ellas, el mayor contacto con la naturaleza en sociedades menos urbanizadas, una práctica agrícola menos extensiva o una introducción más tardía de la agricultura podrían haber perpetuado el consumo de insectos.

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Número estimado, en base a diversos estudios, de especies de insectos destinadas al consumo por país (Fuente: Centre for Geo Information, Wageningen University, basado en la información recopilada por Jongema, 2012; imagen extraída del informe de la FAO “Edible Insects: future prospects for food and feed security”).
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Familias de insectos más consumidas alrededor del mundo (Fuente: Jongema, 2012; imagen extraída del informe de la FAO “Edible Insects: future prospects for food and feed security”).

Los insectos: recurso del pasado, solución para el futuro

Al pasar los insectos a un último plano en la alimentación occidental, es lógico que no exista en muchos casos una regulación sobre su consumo. A diferencia de otros países, la comercialización de insectos como alimento en la Unión Europea se encontraba estancada. Sin embargo, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) publicó en el año 2013 un informe en el que listaba los beneficios del consumo de insectos e instaba a los países europeos y a las sociedades occidentales más desarrolladas a regular su comercialización como parte de las medidas para alcanzar una alimentación más sostenible.

¿Qué beneficios conllevaría dar prioridad al consumo de insectos en occidente?

Salud pública

  • Fuente de proteínas y ácidos grasos. Un insecto puede llegar a alcanzar hasta el 70% de contenido proteico/individuo. Según expertos, su consumo en niños desnutridos también sería de gran importancia debido a su elevado contenido en ácidos grasos. Además, de acuerdo a la Sociedad Entomológica de Estados Unidos, las termitas, las orugas, los saltamontes, las moscas, las arañas y los gorgojos constituyen mejores fuentes de proteínas que otros animales, como el pollo o la vaca.
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Proporción aproximada de proteínas en saltamontes y en carne de vaca (Fuente: Entomological Gastronomy, 2015; a partir de la información extraída del informe de la FAO “Edible Insects: future prospects for food and feed security”).
  • Fuente de minerales y de fibra. Alrededor de 1 de cada 2 mujeres embarazadas y de un 40% de los niños en etapa preescolar en países desarrollados padecen anemia (falta de hierro) como consecuencia de su dieta, hecho que acarrea problemas cognitivos y de rendimiento. Los insectos contienen enormes cantidades de micronutrientes como el hierro, además de cobre, magnesio, fósforo, manganeso, selenio y cinc. Por otro lado, contienen mucha fibra en forma de quitina, el carbohidrato básico que configura la cutícula de los artrópodos. La quitina es molecularmente similar a la celulosa de las plantas y se considera, como ésta, de gran importancia para la salud intestinal.
  • Menos riesgo de contraer enfermedades zoonóticas. No existen evidencias de la transmisión de enfermedades de insectos a humanos debido a su consumo, como sí ocurre con los pollos o las vacas (gripe aviar o enfermedad de las vacas locas). Sin embargo, no existen suficientes estudios que respalden la total inocuidad de su consumo. Si bien podrían causar alergias similares a las producidas por el consumo de crustáceos, sería necesario investigar un poco más al respecto.

Salud ambiental y económica

  • Mayor índice de transformación del alimento (kg de alimento per kg de peso ganados). La eficiencia de un insecto para transformar aquello que come en masa y crecimiento corporal es mucho mayor que en cualquier animal doméstico. Así pues, se necesita invertir menos recursos en su crecimiento que en otros animales; proporcionalmente, obtenemos más biomasa gastando menos. Este hecho cobra especial relevancia en el contexto de una población mundial creciente que requiere cada vez de más terrenos para cubrir la demanda de alimentos destinados a personas y animales (pastos, cultivos, etc.).

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    Por cada 10 Kg de alimento (pienso) invertido, se producen 9 Kg de biomasa de insecto y tan sólo 1 Kg de biomasa en forma de carne de vaca (Fuente: Entomological Gastronomy, 2015; a partir de la información extraída del informe de la FAO “Edible Insects: future prospects for food and feed security”).
  • Revalorización de residuos orgánicos. Los insectos pueden criarse a base de desechos orgánicos (p.ej. compost, heces de animales, etc.), reduciendo así la contaminación ambiental y revalorizando dichos residuos.
  • Poco contaminantes. Los insectos, a diferencia de otros animales, generan pocos gases de efectos invernadero y poco amoníaco (derivado sobre todo de los excrementos), por lo que sus efectos sobre la contaminación de aire, tierra y agua son mínimos.
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Producción de gases de efecto invernadero (arriba) y de amoníaco (abajo) per Kg de peso ganado por tres especies de insecto, cerdos y ganado destinado al consumo de carne (Fuente: Oonincx et al., 2010.; extraído del informe de la FAO “Edible Insects: future prospects for food and feed security”).
  • Menos consumo de agua. La falta de agua afecta actualmente a gran parte de la humanidad y atenta contra la biodiversidad. La cría de insectos requiere de un menor consumo de agua que la de ganado.

A pesar de todos estos beneficios, en el año 2013 tan sólo Gran Bretaña, Francia, Holanda y Bélgica contaban con la regulación correspondiente para la comercialización de insectos y de productos derivados de éstos para el consumo humano en Europa.

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Incorporar insectos y otros productos derivados de éstos (por ej. harina) en la dieta occidental podría ser la solución a numerosos problemas que vive nuestra sociedad en la actualidad. Sin embargo, aún existe mucha reticencia a su consumo, derivada sobre todo de la tradición cultural occidental, de la falta de información y de la ausencia de estudios (en España, por ejemplo, existe un gran vacío legal al respecto y falta de regulación). Pero como ha ocurrido con muchos otros alimentos (p.ej. el pescado crudo y el sushi), no sería de extrañar que en un tiempo también pudiéramos comprar insectos y alimentos derivados en nuestros supermercados.

Y tú, ¿te verías capaz de hacer un cambio en tu dieta con el propósito de ser más sostenible?

REFERENCIAS

Foto de portada propiedad de Sean Gallup (GettyImages).

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