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¿De dónde vienen los nombres de las especies?

Todos los seres vivos del planeta conocidos poseen nombres que permiten su identificación. Sin embargo, únicamente los nombres científicos se consideran válidos en biología para su clasificación. ¿Quién se encarga de asignar estos nombres? ¿Siempre ha sido así?, y lo más importante, ¿Existen normas a la hora de poner un determinado nombre?

En otro post, desde All you need is Biology os hablamos de la clasificación y la filogenia de los organismos. En este, te explicamos cómo lo hacen los biólogos para ponerles nombre. ¡Descubrirás muchas curiosidades!

La importancia de los nombres científicos

Si nos preguntan qué es un perro o un gato, todos sabremos de qué animales se trata. Sin embargo, estos nombres no resultan útiles desde un punto de vista científico (aunque los biólogos los usemos muchas veces), especialmente cuando se realizan estudios y publicaciones. Los nombres comunes (“perro”, “gato”) no son constantes; cada idioma, cada país, e incluso cada región, dispone de sus propios términos para designar a los mismos organismos. Incluso a veces cambian con el tiempo o son usados para designar a animales distintos (una langosta puede ser un crustáceo marino o un insecto del orden de los ortópteros).

Como veis, esto puede llevar a confusión. Si alguien publica que ha llevado a cabo un estudio sobre la reproducción en poblaciones de guacamayos, no sabríamos exactamente de qué especie nos están hablando; el nombre común de esta ave varía entre países y existen diferentes especies de guacamayos, por lo que el estudio no nos diría gran cosa.

Es por esto que la correcta clasificación y designación de nombres científicos es tan importante: son constantes a nivel mundial (se evitan problemas de traducción) y aluden a un único organismo sin ambigüedades.

Actualmente, la designación de nombres científicos se ciñe a la nomenclatura binomial, o lo que es lo mismo, el nombre científico de cada especie está compuesto por dos términos: el género (un nivel de clasificación superior a la especie) y el epíteto o nombre específico (que no la especie, como muchos suelen confundir). Mientras que el primer término tiene validez por sí solo, el segundo sólo tiene valor si va precedido del género.

Así, y siguiendo con el ejemplo anterior, los denominados guacamayos en este estudio en realidad pertenecen al género Ara, pero existen diversas especies de guacamayos relacionadas entre sí dentro de este género (Ara ararauna, Ara glaucogularis, Ara militaris…).

Guacamayo de la especie Ara ararauna. Imagen de Ralph Daily, CC.

Ahora bien, ¿esto ha sido siempre así? ¿Cómo ha cambiado la forma de denominar a las especies?

Linneo, el padre de la nomenclatura binomial

Desde siempre, los biólogos han tratado de clasificar y dar nombre a los organismos. La rama encargada de definir y dar nombre a grupos de organismos basándose en sus características compartidas recibe el nombre de taxonomía.

En un principio, no existía un consenso claro sobre cómo debían asignarse los nombres. Para los primeros “taxónomos”, era especialmente importante, por ejemplo, la diferenciación e identificación de plantas venenosas y medicinales, en relación a las cuales ya existen algunos documentos del Egipto de hace más de 3000 años.

El primero en clasificar formalmente a los organismos fue Aristóteles (384-322 A.C.), el cual hizo la primera distinción entre animales y plantas, además de iniciar las primeras clasificaciones en base a las “partes” de los organismos: si tenían cuatro patas, el cuerpo caliente, etc.

Durante la edad media y gran parte de la edad moderna temprana, la mayoría de científicos seguían el sistema aristotélico. Gracias a las mejoras en los utensilios de observación, como el desarrollo de las primeras lentes ópticas durante el siglo XVI y XVII, algunos empezaron a mejorar sus descripciones hasta ir dejando poco a poco de lado este sistema. La taxonomía como tal empezaba a florecer.

Sin embargo, a pesar de que las clasificaciones de las especies mejoraban, entre los taxónomos seguía sin existir un consenso sobre cómo debían asignarse sus nombres. Previamente al sistema binomial que usamos actualmente, las especies eran denominadas mediante un término (el género) y, a continuación, un nombre o epíteto específico formado por una o diversas palabras que describían la especie. Este sistema, conocido como sistema polinomial, permitía la existencia de nombres tan largos como: Plantago foliis ovato-lanceolatus pubescentibus, spica cylindrica, scapo tereti. Claramente, este sistema no resultaba nada óptimo.

Entre el siglo XVI-XVII, Caspar Bauhin dio los primeros pasos para simplificar este sistema, reduciendo en muchos casos los nombres a únicamente dos términos. Sin embargo, fue el botánico sueco Carl von Linné o Linneo (o en su nombre latinizado, Carolus Linnaeus) quien formalizó el uso de la nomenclatura binomial en su publicación Species Plantarum (1753). A partir de este momento, las especies recibían un nombre con únicamente dos términos: el género y un término trivial designado por su descriptor; por ejemplo, Panthera tigris (tigre).

Carl von Linné. Imagen de Dominio Público.

El hecho de que se fijara este sistema resulta importante por tres motivos:

  • Su economía: sólo se necesitan dos palabras para identificar a una especie de forma inequívoca.
  • Su difusión y uso generalizado por la comunidad científica: ésta regula y fomenta su uso.
  • Su estabilidad: se trata de conservar los nombres a toda costa a pesar de que se realicen cambios a posteriori en la clasificación del organismo.

Cómo dar nombre a un organismo: los códigos de nomenclatura

Taxonomía y nomenclatura son dos conceptos inseparables, pero diferentes. Mientras que la taxonomía es la ciencia encargada de la descripción y clasificación de grupos de organismos, la nomenclatura es la herramienta que permite a los taxónomos establecer los nombres de los mismos.

En 1758, Linneo estableció las bases para llevar a cabo una clasificación objetiva de todas las especies en la décima edición de su obra Sistema Naturae:

  • Cada especie biológica debe tener asignado un nombre científico, único y universal.
  • Cuando una especie reciba dos o más nombres científicos asignados por diferentes investigadores, se respetará el más antiguo.
  • Los nombres científicos se componen de dos palabras en latín (o griego): la primera determina el género y la segunda, la especie dentro de ese género.
  • La inicial del género debe escribirse en mayúscula, mientras que el nombre específico debe escribirse en minúscula. Por otro lado, ambos términos deben escribirse en cursiva o subrayados.
Portada de la décima edición de Sistema Naturae. Imagen de Dominio Público.

Si bien estos puntos son sencillos, la nomenclatura se ha ido volviendo más compleja. Actualmente, existen códigos internacionales de nomenclatura para cada grupo de organismos, como el ICZN (International Code of Zoological Nomenclature) o el ICN (International Code of Nomenclature for algae, fungi, and plants), entre otros. Los taxónomos de cada especialidad deben obedecer a sus respectivos códigos a la hora de poner nombre a sus organismos.

Dos de los criterios más importantes para la denominación de especies son la validez y la disponibilidad de los nombres. Pongamos por ejemplo que descubrimos una nueva especie de avispa del género Polistes: para empezar, el nombre que le asignemos (Polistes x) debe estar disponible, es decir, debe cumplir los requisitos necesarios para poder asignarse. Estos requisitos están recogidos en los respectivos códigos, los cuales toman como referencia los criterios del sistema binomial de Linneo. Además de los citados anteriormente y de otros tantos, un nombre es disponible si va acompañado de una descripción. La disponibilidad de un nombre puede cambiar ante ciertas circunstancias; por ejemplo, un nombre considerado no disponible por ausencia de descripción, puede volver a estar disponible si vuelve a publicarse siguiendo los criterios del código.

Por otro lado, el nombre debe ser válido, es decir, que no haya sido usado previamente para designar a otro organismo o considerado inválido. Por ejemplo, dos taxónomos describen la misma especie con nombres distintos y un año de diferencia; en este caso, el nombre válido será el más antiguo y el segundo pasará a ser un sinónimo aplicando el principio de prioridad, dejando de ser válido para su uso. Es por esto que un taxónomo debería realizar un estudio previo de las especies existentes, evitando describirlas por duplicado o usando nombres ya existentes.

Cuando poner nombres se nos va de las manos…o no

A la hora de poner nombre a una especie, lo más habitual es que se haga en base a alguna característica específica del organismo (Dosidicus gigas (calamar gigante)), su localidad (Synergus mexicanus (avispa de las agallas mexicana)) o en honor a familiares u otros científicos. Lo mismo ocurre con los géneros u otros grupos.

Sin embargo, el mundo de la nomenclatura está lleno de curiosidades, desde científicos que asignan nombres extravagantes, pasando por los que aprovechaban la oportunidad para insultar a otros científicos, a aquellos que ponen nombres de sus personajes o series favoritas:

  • Existe un género de polillas denominado La (por Bleszynski, 1966). Su ambigüedad con el artículo “la” vuelve locos a los motores de búsqueda en Internet (además de no saber si se está hablando de un género…). Si eso no fuera suficiente, algunas de sus especies recibieron nombres tan originales como La cerveza, La cucaracha o La paloma.
  • Mientras que algunos se quedan cortos, otros se pasan: Gammaracanthuskytodermogammarus, Rhodophthalmokytodermogammarus y Siemienkiewicziechinogammarus son nombres de géneros que el naturalista Dybowski asignó a diferentes anfípodos (crustáceos) del lago Baikal. ¡Debió parecerle muy divertido!
  • Durante un tiempo, fue costumbre usar los epítetos como medio para insultar a otros científicos (por ej. stupidus). Por suerte, actualmente está estrictamente prohibido.
  • Abra cadabra, Aha ha, Attenborosaurus (género de dinosaurio dedicado al naturalista David Attenborough), Acledra nazgul, Desmia mordor (ambos en honor al Señor de los Anillos), entre muchos otros.

Cabe decir que los respectivos códigos tratan de evitar este tipo de nombres, aunque no dejan de ser divertidos. Y si no has tenido suficiente, échale un ojo a este listado. ¡No te defraudará!

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¿Todavía piensas que ponerle un nombre a un organismo es tarea fácil?

Referencias

Foto de portada realizada por Irene Lobato Vila (autora del artículo) en el Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian (Washington D.C., EUA).

D’on venen els noms de les espècies?

Tots els éssers vius del planeta coneguts posseeixen noms que permeten la seva identificació. No obstant això, únicament els noms científics es consideren vàlids en biologia científicament parlant. Qui s’encarrega d’assignar aquests noms? Sempre s’ha fet de la mateixa forma? I el més important: existeixen normes a l’hora de posar un determinat nom?

En un altre post de All you need is Biology, et parlàvem de la classificació i filogènia dels organismes. En aquest, t’expliquem com ho fan els biòlegs per posar-los nom. Descobriràs moltes curiositats!

La importància dels noms científics

Si ens pregunten què és un gos o un gat, tots sabrem de quins animals es tracta. Tanmateix, aquests noms no resulten útils des d’un punt de vista científic (encara que els biòlegs els fem servir tot sovint), especialment quan es duen a terme estudis i publicacions. Els noms comuns (“gos”, “gat”) no són constants; cada idioma, cada país, i fins i tot cada regió, disposa dels seus propis termes per designar els mateixos organismes. Fins i tot de vegades canvien amb el temps o són usats per designar animals diferents (una llagosta pot ser un crustaci marí o un insecte de l’ordre dels ortòpters).

Com veieu, això pot generar confusió. Si algú publica que ha dut a terme un estudi sobre la reproducció en poblacions de guacamais, no sabríem exactament de quina espècie ens estan parlant; el nom comú d’aquesta au varia entre països i hi ha diferents espècies de guacamais, de manera que l’estudi no ens diria gran cosa.

És per això que la correcta classificació i designació de noms científics és tan important: són constants a nivell mundial (s’eviten problemes de traducció) i al·ludeixen a un únic organisme sense ambigüitats.

Actualment, la designació de noms científics segueix la nomenclatura binomial, és a dir, el nom científic de cada espècie està compost per dos termes: el gènere (un nivell de classificació superior a l’espècie) i l’epítet o nom específic (que no l’espècie, com es sol confondre). Mentre que el primer terme té validesa per si mateix, el segon només té valor si va precedit del gènere.

Així, i seguint amb l’exemple anterior, els denominats guacamais en aquest estudi en realitat pertanyen al gènere Ara, però hi ha diverses espècies de guacamais relacionades entre sí dins d’aquest gènere (Ara ararauna, Ara glaucogularis, Ara militaris…).
Guacamai de l’espècie Ara ararauna. Imatge de Ralph Daily, CC.

Ara bé, això sempre ha estat així? Com ha canviat la manera que tenim de denominar les espècies?

Linné, el pare de la nomenclatura binomial

Des de sempre, els biòlegs han tractat de classificar i donar nom als organismes. La branca encarregada de definir i posar nom a grups d’organismes basant-se en les seves característiques compartides rep el nom de taxonomia.

En un principi, no existia un consens clar sobre com s’havia de posar un nom. Pels primers “taxònoms”, era especialment important, per exemple, la diferenciació i identificació de plantes verinoses i medicinals, en relació a les quals ja es té constància d’alguns documents de l’Egipte de fa més de 3000 anys.

El primer en classificar formalment als organismes va ser Aristòtil (384-322 AC), el qual va fer la primera distinció entre animals i plantes, a més d’iniciar les primeres classificacions en base a les “parts” dels organismes: si tenien quatre potes, el cos calent, etc.

Durant l’edat mitjana i inicis de l’edat moderna, la majoria de científics seguien el sistema aristotèlic. Gràcies a les millores en els estris d’observació, com el desenvolupament de les primeres lents òptiques durant el segle XVI i XVII, alguns van començar a millorar les seves descripcions, deixant a poc a poc de banda aquest sistema.

No obstant això, entre els taxònoms seguia sense existir un consens sobre com havien d’assignar els noms. Prèviament al sistema binomial que fem servir actualment, les espècies eren denominades mitjançant un terme (el gènere) i, a continuació, un nom o epítet específic format per una o diverses paraules que descrivien l’espècie. Aquest sistema, conegut com a sistema polinomial, permetia l’existència de noms tan llargs com: Plantago foliis ovato-lanceolatus pubescentibus, spica cylindrica, scapo tereti. Clarament, aquest sistema no era gens òptim.

Entre el segle XVI-XVII, Caspar Bauhin va donar els primers passos per simplificar aquest sistema, reduint en molts casos els noms a tan sols dos termes. Tanmateix, va ser el botànic suec Carl von Linné (o en el seu nom llatinitzat, Carolus Linnaeus) qui va formalitzar l’ús de la nomenclatura binomial en la seva publicació Species Plantarum (1753). A partir d’aquest moment, les espècies rebien un nom amb únicament dos termes: el gènere i un terme trivial designat pel seu descriptor; per exemple, Panthera tigris (tigre).

Carl von Linné. Imatge de Domini Públic.

El fet que es fixés aquest sistema resulta important per tres motius:

  • La seva economia: només calen dues paraules per identificar una espècie de forma inequívoca.
  • La seva difusió i ús generalitzat per la comunitat científica: aquesta regula i fomenta el seu ús.
  • La seva estabilitat: s’intenta conservar el nom original tot i que es facin canvis a posteriori en la classificació de l’organisme.

Com posar nom a un organisme: els codis de nomenclatura

Taxonomia i nomenclatura són dos conceptes inseparables, però diferents. Mentre que la taxonomia és la ciència encarregada de la descripció i classificació de grups d’organismes, la nomenclatura és l’eina que permet als taxònoms establir-ne els noms.

L’any 1758, Linné establí les bases per a la classificació objectiva de totes les espècies en la 10a edició de la seva obra Sistema Naturae:

  • Cada espècie biològica ha de tenir assignat un nom científic, únic i universal.
  • Quan una espècie rebi dos o més noms científics assignats per diferents investigadors, es respectarà el més antic.
  • Els noms científics es componen de dues paraules en llatí (o grec): la primera determina el gènere i la segona, l’espècie dins d’aquest gènere.
  • La inicial del gènere s’ha d’escriure en majúscula, mentre que el nom o epítet específic s’ha d’escriure en minúscula. D’altra banda, tots dos termes s’han d’escriure en cursiva o subratllats.
Portada de la 10a edició de Sistema Naturae. Imatge de Domini Públic.

Si bé aquests punts són senzills, la nomenclatura s’ha tornat més complexa. Actualment, hi ha codis internacionals de nomenclatura per a cada grup d’organismes, com l’ICZN (International Code of Zoological Nomenclature) o l’ICN (International Code of Nomenclature for algae, fungi, and plants), entre altres. Els taxònoms de cada especialitat han d’obeir els seus respectius codis a l’hora de posar nom als seus organismes.

Dos dels criteris més importants a l’hora de posar nom a una espècie són la validesa i la disponibilitat dels noms. Posem, per exemple, que descobrim una nova espècie de vespa del gènere Polistes: per començar, el nom que li assignem (Polistes x) ha d’estar disponible, és a dir, ha de complir els requisits necessaris per poder ser assignat. Aquests requisits estan recollits en els respectius codis, els quals prenen com a referència els criteris del sistema binomial de Linné. A més a més dels citats anteriorment i d’altres, un nom és disponible si va acompanyat d’una descripció. La disponibilitat d’un nom pot canviar envers certes circumstàncies; per exemple, un nom considerat no disponible per absència de descripció, pot tornar a estar disponible si es publica de nou seguint els criteris del codi.

D’altra banda, el nom ha de ser vàlid, és a dir, que no hagi estat usat prèviament per designar un altre organisme o considerat invàlid. Per exemple, dos taxònoms descriuen la mateixa espècie amb noms diferents i un any de diferència; en aquest cas, el nom vàlid serà el més antic i el segon passarà a ser un sinònim aplicant el principi de prioritat, deixant de ser vàlid pel seu ús. És per això que un taxònom hauria de realitzar un estudi previ de les espècies existents, evitant descriure-les per duplicat o fer servir noms ja existents.

Quan posar noms se’ns escapa de les mans…o no

A l’hora de posar nom a una espècie, el més habitual és que es faci en base a alguna característica específica de l’organisme (Dosidicus gigas (calamar gegant)), la seva localitat (Synergus mexicanus (vespa de les gales mexicana)) o en honor a familiars o altres científics. Passa el mateix amb els gèneres o altres grups.

Tanmateix, el món de la nomenclatura està ple de curiositats, des de científics que assignen noms extravagants, passant pels que aprofitaven l’oportunitat per insultar altres científics, a aquells que posen noms dels seus personatges o sèries preferides:

  • Hi ha un gènere d’arnes denominat La (per Bleszynski, 1966). La seva ambigüitat amb l’article “la” torna bojos als motors de recerca d’Internet (a més a més de no saber si s’està parlant d’un gènere…). I per si no en teníem prou, algunes de les seves espècies van rebre noms tan originals com La cerveza, La cucaracha o La paloma.
  • Mentre que alguns es queden curts, altres es passen: Gammaracanthuskytodermogammarus, Rhodophthalmokytodermogammarus i Siemienkiewicziechinogammarus són noms de gèneres que el naturalista Dybowski va assignar a diferents amfípodes (crustacis) del llac Baikal. Segur que va riure molt!
  • Durant un temps, va ser costum usar els epítets com a mitjà per a insultar a altres científics (per ex. stupidus). Per sort, actualment està estrictament prohibit.
  • Abra cadabra, Aha ha, Attenborosaurus (gènere de dinosaure dedicat al naturalista David Attenborough), Acledra nazgul, Desmia mordor (tots dos en honor al Senyor dels Anells), entre d’altres.

Val a dir que els respectius codis tracten d’evitar aquest tipus de noms, tot i que no deixen de ser divertits. I si no n’has tingut prou, fes una ullada a  aquest llistat. No et decebrà!

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Encara penses que posar un nom a un organisme és una tasca senzilla?

Referències

Foto de portada realitzada per Irene Lobato Vila (autora de l’article) al Museu Nacional d’Història Natural de l’Smithsonian (Washington D.C., EUA).