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Cocinar también nos hizo humanos

Cocinar es un rasgo distintivo y único de nuestra especie. Después del éxito del artículo Comer carne nos hizo humanos, continuamos profundizando en la nutrición de nuestros antepasados como uno de los múltiples factores que nos ha llevado hasta Homo sapiens. Analizaremos las aportaciones de nuestros lectores en el artículo anterior sobre la importancia de los carbohidratos y el uso del fuego.

EL OMNÍVORO OPORTUNISTA

En el artículo anterior vimos que uno de los factores que contribuyó al rápido crecimiento del cerebro fue el aumento de la ingesta de carne por parte de H. habilis, que le permitió ahorrar energía en la digestión (Aiello, L. y Wheeler, P, 1995). Otro factor que permitió ahorrar energía para dedicarla al crecimiento del cerebro, ya desde Lucy, fue el bipedismo  (Adrienne L. Zihlman y Debra R. Bolter, 2015).

Una de las cosas que nos ha dado éxito evolutivo es nuestra capacidad de aprovechar casi cualquier alimento, permitiendo nuestra expansión por todo el planeta. Las dietas actuales son muy variadas y tradicionalmente ligadas a la disponibilidad de la zona geográfica o época del año, cosa que cambió con la agricultura y ganadería. Los grupos humanos estudiados en época histórica sin agricultura ni ganadería, cazan, pescan y recolectan alimentos muy diversos, pero no se han encontrado grupos exclusivamente carnívoros o exclusivamente vegetarianos (exceptuando a los esquimales, que tradicionalmente se han alimentado de caza y pesca debido a las características de su medio, helado gran parte del año).

Hazdas volviendo de caza. Los hazdas son una pequeña tribu africana de 1.500 cazadores-recolectores. Foto: Andreas Lederer
Hazdas volviendo de caza. Los hazda son una pequeña tribu africana de 1.500 cazadores-recolectores. Foto: Andreas Lederer

Las primeras herramientas, ya usadas posiblemente por australopitecos pero evidentes a partir de H. habilis, permitieron a nuestros ancestros obtener alimentos que de otra manera hubiera sido imposible conseguir: perforar y desgarrar carne, romper las duras cáscaras de los frutos secos, y más adelante triturar y moler el grano. Así, la base de nuestra alimentación actual son las semillas duras de los cereales (por ejemplo, arroz, trigo) y las semillas secas de las leguminosas (legumbres, por ejemplo, lentejas), ya que el aporte proteínico que necesitamos es bajo, aunque la carne sea consumida en exceso en los países del Primer Mundo.

Pero antes de la aparición de la agricultura y ganadería, nuestros antepasados se alimentaban de lo que encontraban: neandertales en zonas más hostiles tenían que basar la dieta en la carne y complementarla con vegetales cuando estuvieran disponibles, mientras que en zonas de clima más suave, como el mediterráneo, explotaban recursos acuáticos como moluscos, tortugas y peces. Además, por su cuerpo robusto y mayor musculatura necesitaban mayor aporte proteínico.

Neandertales recogiendo mejillones en Gibraltar, uno de los últimos asentamientos de esta especie. Foto: DK Discover
Neandertales recogiendo mejillones en Gibraltar, uno de los últimos asentamientos de esta especie. Foto: DK Discover

LOS ORÍGENES DE LA COCINA

Como hemos visto, las semillas son muy nutritivas ya que son ricas en hidratos de carbono (sobretodo almidón), pero pobres en proteínas; además, las legumbres tiene que ser cocinadas para ser asimilables. Ningún animal, a excepción de nosotros y nuestros antepasados, prepara ni cocina los alimentos. La cocina es un rasgo exclusivamente humano que abrió un infinito número de posibilidades en nuestra alimentación.

EL DOMINIO DEL FUEGO

Los primeros indicios del uso del fuego se remontan hace 1,6 millones de años en África, aunque la primera evidencia segura es un hogar de hace 0,79 millones de años. El responsable: Homo erectus, aunque los que utilizaron el fuego de manera continuada, sobretodo para cocinar, fueron una especie posterior: los neandertales.

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Reproducción de Homo erectus. American Museum of Natural History. Foto: Mireia Querol

Las ventajas que supuso el control del fuego fueron numerosas y muy importantes, pero en este artículo profundizaremos en la primera:

  • Cocción y conservación de los alimentos
  • Mejor caza y carroñeo:  el fuego les permitía cobrarse presas cazadas por grandes carnívoros o dirigir las suyas hacia trampas naturales.
  • Protección frente a depredadores
  • Calor: aumento de la supervivencia cuando bajaban las temperaturas.
  • Luz: pudiendo alargar sus tareas cuando ya había caído la noche, favoreciendo lazos sociales y posteriormente, el desarrollo del lenguaje. Además, el cambiar el ciclo circadiano (reloj interno día-noche) podría haber extendido el período reproductivo.
  • Acceso a nuevos territorios: quemando zonas de vegetación densa para aprovechar animales muertos y nuevas zonas que explotar y favoreciendo las migraciones a lugares más fríos.
  • Mejora de las herramientas: templando al fuego herramientas de madera, se aumenta su resistencia.
  • Higiene del hogar: quemando los desperdicios se evitaban infecciones.
  • Medicina: posteriormente a H. erectus, el fuego se ha utilizado como esterilizador de heridas e instrumentos y para la preparación de remedios a base de plantas medicinales, como la inhalación de vapores y preparación de brebajes e infusiones.
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Homo erectus sorprendido por la resistencia de su lanza de madera templada al fuego. Reproducción de Elisabeth Daynès, CosmoCaixa. Foto de Mireia Querol

VENTAJAS DE COCINAR LOS ALIMENTOS

  • Variedad en la dieta: ciertos alimentos son indigeribles crudos o de difícil masticación (sobretodo para individuos con problemas dentales). Cocidos son más blandos y de más fácil digestión, lo que permitió a H. erectus ampliar su dieta respecto sus antepasados, accediendo a comida de mayor valor nutritivo (Richard Wrangham, 2009). El hecho de cocinar, mejora el sabor y aumenta la disponibilidad asimilable de los carbohidratos en tubérculos, vegetales… y por lo tanto, les dota de más valor energético. Según Wrangham y otros expertos, el crudivorismo puede ser perjudicial para la salud, ya que nuestro cuerpo está adaptado a esta “pre-digestión” en los fogones, que nos permite ser el primate con el sistema digestivo más corto en relación al cuerpo.
  • Reducción de los dientes: los colmillos y muelas pudieron haberse reducido debido al consumo de alimentos cocinados. Un diente que tenga que morder una patata hervida en lugar de una cruda puede ser un 82% más pequeño. Tampoco se necesitaba tanto espacio para musculatura de masticación en el cráneo, por lo que se redujo la boca y la cara. Este espacio sobrante puede dedicarse a alojar un cerebro cada vez más grande. H. erectus presentaba un cerebro un 42% más grande que H. habilis.
  • Menos consumo energético: la energía y tiempo dedicados a masticar y digerir alimentos cocinados es menor, por lo que se incrementa el número de calorías finales obtenidas. Esta energía de más, puede dedicarse al desarrollo del cerebro en lugar de a la alimentación.
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Posible dieta neandertal. Foto de Kent Lacin LLC/The Food Passionates/Corbis
  • Menos enfermedades: los alimentos crudos, especialmente la carne, pueden contener bacterias o parásitos potencialmente patógenos y eventualmente mortales. Pero a partir de ciertas temperaturas, muchas de estas bacterias mueren, por lo que comiendo cocinado en lugar de crudo, nuestros antepasados aumentaron su supervivencia de manera significativa.
  • Menos intoxicaciones: algunas plantas, hongos y tubérculos son tóxicos si se consumen crudos, como por ejemplo, algunas setas comestibles, el boniato o las patatas con zonas verdes.
  • Conservación de los alimentos: mediante el ahumado, la carne podía conservarse en buenas condiciones durante más tiempo y aprovecharla en épocas de escasez. Además, los alimentos cocinados duran más días en buen estado que los crudos.

CONCLUSIÓN

En resumen, cocinar fue otro factor que participó en el aumento del cerebro y las capacidades cognitivas de nuestros antepasados: permitió un ahorro de energía a la hora de digerir y masticar los alimentos, disminuyó el aparato masticatorio, permitió a las crías independizarse antes del amamantamiento de las madres (que se podían reproducir con más frecuencia), mejoró el sistema inmunitario… Incluso mejoró las habilidades sociales: dejó más horas libres para que se pudieran dedicar a otras tareas, como la cooperación para mantener la lumbre, planificar la recogida o captura del alimento, distribuirlo en el grupo según el rango o estado de salud… la inteligencia potenció las técnicas de cocina, que a su vez potenciaron la inteligencia, en una rueda sin fin que perdura aún en nuestros días.

REFERENCIAS

Mireia Querol Rovira

Comer carne nos hizo humanos

Actualmente una parte de la población mundial se puede permitir el lujo de elegir su dieta: omnívora, vegetariana, vegana, crudívora, carnívora, paleodieta… pero ¿qué comían nuestros antepasados? ¿Qué dieta se ajusta más a la de nuestros ancestros? Sin querer entrar en polémica, hablaremos sobre uno de los hechos cruciales del paso de Australopitechus a Homo: la ingesta de carne.

¿QUÉ COMEN NUESTROS PARIENTES?

Una de las razones que se esgrimen para seguir una dieta vegana o vegetariana estricta es que como somos monos, éstos se alimentan de frutas y plantas, y además, así se consigue una dieta más natural. Actualmente y tradicionalmente la base de la alimentación mundial son las semillas de cereales (arroz, trigo, maíz, etc.) y legumbres (judías, lentejas…), que muchas veces precisan elaboración (la harina, por ejemplo) y no tienen nada que ver con sus antepasados silvestres. Desde que se inventó la agricultura y ganadería y se han seleccionado las mejores variedades para consumo humano, la etiqueta de “natural” pierde todo su sentido. Aunque ahora los transgénicos están en boca de todos, en realidad la modificación genética la venimos haciendo desde hace miles de años.

En la fila de arriba, antepasados silvestres de la lechuga, zanahora y maíz. Debajo, las variedades domésticas. Fuente
En la fila de arriba, antepasados silvestres de la lechuga, zanahoria y maíz. Debajo, las variedades domésticas. Fuente

Que seamos monos y por ello lo natural es comer vegetales, tampoco es del todo cierto. Como los primates hemos evolucionado en los árboles, los homínidos tienen una dieta estricta o principalmente folívora -hojas- y frugívora -fruta- (gorilas, orangutanes), mientras que los gibones, además, completan la dieta con invertebrados. Nuestros parientes más cercanos sin embargo (bonobos, chimpancés), son omnívoros, ya que se alimentan de vegetales, fruta, invertebrados y hasta pequeños mamíferos y otros primates, aunque eso sí, en menor cantidad que de vegetales.

Chimpancé comiendo carne. Se han descrito poblaciones de chimpancés que cazan con lanzas construidas por ellos mismos. Foto de Cristina M.Gomes, Instituto Max Planck.
Chimpancé comiendo carne. Se han descrito poblaciones de chimpancés que cazan con lanzas construidas por ellos mismos. Foto de Cristina M.Gomes, Instituto Max Planck.

No es de extrañar pues, que nuestros ancestros directos lejanos, australopitecos como Lucy, tuvieran las hojas, frutas, raíces y tubérculos como base de su dieta. Algunas especies, además de vegetales, también se alimentaban de invertebrados y pequeños vertebrados, de manera similar a los actuales chimpancés.

HERBÍVOROS Y CARNÍVOROS

Los frutos tienen más azúcares, aunque no son muy abundantes en comparación con las hojas y tallos. Por contra, las hojas tienen menor valor nutritivo, ya que contienen muchas fibras que no podemos asimilar, como la celulosa.  Las legumbres contienen más proteínas que los cereales, pero algunos aminoácidos esenciales y vitaminas (como la B12) son inexistentes en algunos vegetales o se encuentran en muy baja proporción, u otros como el hierro de fácil asimilación (hierro hemo) sólo se encuentran en alimentos de origen animal.

En resumen, los vegetales son más difíciles de asimilar comparado con los animales, por lo que mamíferos herbívoros presentan sistemas digestivos más largos, o con estómagos compartimentados, mastican durante largos periodos de tiempo y algunos son rumiantes, mientras que los carnívoros tienen sistemas digestivos con menor superficie de absorción y precisan poca masticación del alimento.

Sistemas digestivos de hervíboros no rumiantes, rumiantes, insectívoros y carnívoros. Autor desconocido
Sistemas digestivos de hervíboros no rumiantes, rumiantes, insectívoros y carnívoros. Autor desconocido

¿POR QUÉ NUESTROS ANCESTROS EMPEZARON A COMER MÁS CARNE?

Hace 2,6 millones de años, un cambio climático hizo nuestro planeta más frío y seco. En África la sabana dominaba gran parte del territorio,  por lo que los homínidos tenían que contentarse con hojas duras, recubiertas de ceras, tallos duros o con espinas, raíces… estos recursos difíciles de digerir fueron explotados por los parántropos (Paranthropus), con grandes dientes y potentes musculaturas en la mandíbula para poder triturarlos, aunque con un cerebro similar al de los australopitecus. Se extinguieron hace un millón de años.

Paranthropus boisei. Reconstrucción de John Gurche, foto de Chip Clark.
Paranthropus boisei. Reconstrucción de John Gurche, foto de Chip Clark.

Pero otro grupo de homininos encontró un tipo de recursos que les ofrecían más energía en menor cantidad, y eran más fáciles de masticar: la carne. Homo habilis fue el primero en comer carne en mayor proporción que el resto de parientes y además, carnes con más cantidad de grasa. Se trataba de un oportunista: casi cualquier cosa comestible la aprovechaba, por contra los Paranthropus eran especialistas, por lo que si escaseaba su alimento, lo más probable era que murieran.

CEREBROS GRANDES…

Mientras que Australophitecus y Paranthropus tenían una capacidad craneana de 400-500 cm3Homo habilis llegó a tener hasta 700 cm3. Este mayor tamaño cerebral le permitía una mayor capacidad de improvisación y versatilidad para encontrar alimento.

Una de las cosas que nos diferencia claramente del resto de primates y animales es el gran tamaño de nuestro cerebro. Como habréis observado, H. habilis ya se clasifica dentro del género Homo, el nuestro, por ese gran salto de tamaño cerebral, entre otras cosas.

Comparación de los cráneos de Australophitecus, Parantrhorpus y Homo habilis. Crédito: Peter S. Ungar et al, 2011.
Comparación de los cráneos de Australopithecus africanus, Paranthropus boisei y Homo habilis. Crédito: Peter S. Ungar et al, 2011.

Pero un cerebro grande también tiene inconvenientes: en Homo sapiens el 25% de energía de nuestro cuerpo lo consume el cerebro en reposo, H. habilis consumía el 15% y Australopithecus solamente el 10%. Además de cantidad, esta energía también tiene que sera de calidad: algunos ácidos grasos para un correcto funcionamiento del cerebro sólo se encuentran en algunos frutos secos, pero sobretodo, en grasa de origen animal, más fácil de conseguir si escaseaban los vegetales.

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Reconstrucción de Homo habilis de Elisabeth Daynès, Cosmocaixa (Barcelona). Foto de Mireia Querol

…INTESTINOS PEQUEÑOS…

La única manera de poder dedicar más energía al funcionamiento del cerebro es reducir el tamaño de otros órganos que consuman mucha energía (Aiello, L. y Wheeler, P, 1995). Corazón, riñones, hígado, son grandes consumidores de energía pero vitales, por lo que la solución es reducir el tubo digestivo y eso sólo fue posible con el paso de una dieta casi exclusivamente vegetariana de los Australophitecus a otra de más fácil asimilación con más contenido de proteínas y grasa animal de H. habilis.

Comparación entre los órganos consumidores de energía entre humanos y otros primates. Imagen de J. Rodríguez
Comparación entre los órganos consumidores de energía entre humanos y otros primates. Imagen de J. Rodríguez

… Y HERRAMIENTAS

Un cerebro grande dio además otra ventaja a H. habilis. A pesar de su físico (pequeño tamaño, sin garras ni grandes colmillos) pudo explotar gran variedad de carne (primero como carroñeros y luego cada vez más como cazadores) debido al uso de herramientas. Probablemente los australopitecos usaran algún tipo de herramienta sencilla, mayoritariamente de madera, pero las primeras pruebas seguras que disponemos de fabricación de herramientas de piedra (líticas) pertenecen a H. habilis. Esto hasta les permitió aprovechar el tuétano interior del hueso de grandes presas abatidas por carnívoros cuando toda la carne ya había sido consumida por otros animales. Actualmente sólo las hienas y quebrantahuesos pueden acceder sin herramientas a este recurso. Al no necesitar unos dientes y mandíbulas tan grandes, el cráneo puede alojar un cerebro más grande.

Grupo de H. habilis carroñeando un rinoceronte.
Grupo de H. habilis carroñeando un rinoceronte y fabricando herramientas. Fuente: DK FindOut

CONCLUSIÓN

En resumen, el aumento del cerebro de Homo fue posible gracias al cambio de dieta, que permitió un tubo digestivo más corto y un aparato masticador más pequeño. A su vez, para obtener estos alimentos más energéticos se precisa más inteligencia, que dio como resultado comportamientos más complejos como el uso de herramientas trabajadas (tecnología lítica Olduvayense, Modo 1).

Nuestro aparato digestivo es el resultado de millones de años de evolución como omnívoros oportunistas. Algunas dietas actuales estrictas (ya sean vegetarianas o casi carnívoras) entran en contradicción con esta herencia biológica y el abuso y acceso a todo tipo de alimentos nos acarrean todo tipo de alergias y problemas alimentarios. El secreto sigue siendo una dieta equilibrada y variada.

REFERENCIAS